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causado. Comprendo que quizás él supuso que Dallas era la base espacial de entrada a
todos los puntos de nuestra gran nación, pero me complace tener la oportunidad de darle
la bienvenida a Texas, Texas. Vemos pocos habitantes del espacio, señor, y...
Se interrumpió para coger entre el índice y el pulgar algo invisible en su codo izquierdo.
Y yo, señor terció el tañidor de rodajas de oro, imitando a Lamar en la forma de
levantarse , Atoms Bill Burleson, como alcalde, le doy la bienvenida a Dallas.
Su mirada de ojos grises me recorrió de arriba abajo, y añadió: Perdóneme, señor,
no quisiera ofenderle, pero nunca he visto a un hombre delgado tan, y perdóneme otra
vez, tan enflaquecido como usted y que siga en el mundo de los vivos. Hemos oído contar
las terribles torturas practicadas por los autócratas, ebrios de intelectualismo, de
Circumluna, de cuya tiranía supongo que huye usted; pero nunca imaginé que la simple
inanición continuara durante años, mejor dicho, décadas...
Le impuse silencio con una mano en alto, y recité: Si dispone de energía y masa, aun
mínimas, que manipular, el hombre puede sobrevivir en cualquier medio, incluso en los
internos. En un campo no gravitacional de caída libre calentado por el sol, sólo hace falta
un mínimo de músculo y grasa. Nos volvemos flacos u obesos, o mantenemos músculos
grandes merced a ejercicios no gravitacionales, según convenga a nuestros
temperamentos respectivos: asténicos, pícnicos o atléticos. Yo, señor, soy un ñaco típico.
Pero no comprendo su alusión a la tiranía. Circumluna y la Congerie de Burbujas
constituyen una democracia tecnocrática.
Otro de los poderosos, sin levantarse, me preguntó:
Signore hemos supuesto que Circum y el Saco estaban habitados únicamente por
melenudos. Y ahora le hablo lisa y llanamente. ¿Es usted uno de ellos, señor La Cruz?
Éste era el más jovial y el de piernas más fornidas del grupo, y su excentricidad estaba
estrujando longitudinalmente entre el dedo índice y el pulgar un cilindro negro que se
extendía hasta dos decímetros y luego se reducía a nada sin cambiar de diámetro. Era un
extraño juguete, pero yo tenía que replicar a su pregunta:
¿Le sirve de respuesta mi cráneo afeitado, señor?
No me pareció oportuno mencionar la rubia peluca larga hasta los hombros que
guardaba en mi equipaje. Le miré imperativamente, pero ese truco no le afectó, o, al
menos, no se movió.
Otro de los que permanecían sentados metió baza: era el que se rascaba el estómago,
con quien Elmo, advertí entonces, había hablado a solas.
Deduzco que tiene usted inversiones mineras en Texas del Norte dijo, mientras
seguía rascándose , pero ¿quién está con usted, extranjero?
Yo mismo repliqué instantáneamente, con un encogimiento de hombros . Y, para
mayor seguridad, cuento con míster Earp, que tan amablemente me ofreció su amistad
allá en la base espacial.
Es cierto, es cierto intervino Elmo apresuradamente, y también defensivamente .
Es verdad, tan simple como el póquer de dados.
Le miré fijamente, y él me devolvió la mirada, ofendido; pero Lamar, al menos,
comprendió el significado de mi mirada.
Estoy seguro de que ninguno de nosotros pretendía poner en duda la veracidad del
señor La Cruz dijo tranquilamente . Por cierto, que debía haberles presentado...
Pero se interrumpió para sacudir repetidas veces suspicazmente con el dorso de las
uñas una zona aparentemente impoluta de sus pantalones de afilados pliegues.
En cuanto a esas inversiones mineras aproveché la oportunidad de decirlo , no
tengo ninguna. Míster Earp interpretó mal una de mis observaciones. El asunto que tengo
que resolver en Amarillo Cuchillo es simplemente un viejo asunto familiar.
¿De honor? prosiguió Lamar suavemente, mientras un resplandor brillaba en sus
ojos, también en los del tañidor de oro, Burleson. Pero, antes de que yo pudiera
responder, el Rascador metió baza de nuevo ruidosamente.
Y usted interpretó mal una de mis frases. Cuando le pregunté quién estaba con
usted, no quise decir quién le secundaba, o algo tan complicado como eso. Quise decir
simplemente ¿con quién está Usted?
Creo que no le entiendo dije cortésmente . ¿Cuándo? ¿Dónde? En cualquier
lugar. En cualquier momento. Pero especialmente ahora. ¿Con quién está usted?
Miré a mi alrededor, en cierto modo indefenso, pero con una sonrisita valientemente
burlona, calculada para ganar la simpatía de cualquier auditorio.
¿Es un acertijo, caballeros? pregunté al fin. No es un acertijo, pero usted lo está
complicando más replicó el Rascador, casi con enfado.
Entonces pareció imponerse disciplina y, con la misma paciencia que habría que tener
con un niño oligofrénico, dijo:
Mire, la pregunta que le hice se refiere a lo siguiente: antes de asumir el cargo de
sheriff del condado de Dallas, estuve con Relámpagos Little y Lamar, y antes de eso
estuve con Espionajes Hunt, y así sucesivamente. Cualquier tejano de valía está con
alguna compañía, a menos que sea funcionario público, en cuyo caso está con el
gobierno.
Comprendo dije . Estoy (realmente, como primer actor) con el Teatro La Cruz,
Sociedad Anónima.
¡Un tespiano! empezó Lamar calurosamente . Mi hija va a... ¡Sociedad
Anónima! exclamó Burleson al mismo tiempo, haciendo tintinear su oro como el
bullicioso estruendo de los címbalos
¿Quiere decir que emiten ustedes acciones, obligaciones y...?
¡Sociedad La Cruz! exclamó el del cilindro negro . ¿Es usted propietario de ese
negocio? Doy por hecho que en Circumluna el comunismo total...
¡Caballeros! les impuse silencio cortésmente con mi voz más grave, y luego
expliqué : Verdaderamente soy actor, un shakesperiano de caída libre. Nuestra
compañía es anónima sólo en el viejo sentido teatral de emplear personajes, o tipos,
anónimos, aunque la mayoría de nosotros somos más versátiles que lo que eso implica.
Aunque es mi padre el propietario de la compañía, tiene características de cooperativa,
y...
Negocio familiar, ¿eh?
Sí dije a Cilindro Negro . Y tenemos títulos de propiedades, a menudo privadas,
en el espacio. Si los bienes y las actividades no son reconocidos y valorados, ¿quién
cuidará de ellos, señor?
De nuevo se pasó por alto mi sugerencia de que sería conveniente completar las
presentaciones, esta vez a causa del último de los recostados, el del monóculo. Durante
todo este tiempo me observó con el mayor interés, como un colegial impaciente por recitar
o demostrar, sin dejar de menearse sobre el sofá haciendo muecas además de su tic, de
modo que yo estaba seguro que de un momento a otro iba a descolocarse el círculo de
cristal que aumentaba su ojo izquierdo asemejándolo al de un búho.
Entonces, como obedeciendo a un impulso irresistible, se incorporó de un salto y se
lanzó hacia mí como una flecha, haciendo que los criados vestidos de violeta modificaran
sus órbitas para dejarle paso. Se detuvo ante mí y, agachándose y retrocediendo,
escudriñó mi dermatoesqueleto de arriba abajo. Sus dedos aleteaban constantemente
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