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para trabajar y estudiar. Porque por ellos se acercan de alguna manera los pueblos lejanos y se ofrece a
las comunidades ya cristianas desde tiempos remotos una ocasión magnífica de dialogar con los que no
han oído todavía el Evangelio y de manifestarles con servicio de amor y de asistencia la imagen
auténtica de Cristo (538).
Deber misional de los sacerdotes
39. Los presbíteros representan la persona de Cristo y son cooperadores del orden episcopal, en su triple
función sagrada que se ordena a las misiones por su propia naturaleza (539). Entiendan, pues, muy bien
que su vida está consagrada también al servicio de las misiones. Porque comunicando con Cristo Cabeza
por su propio ministerio -el cual consiste sobre todo en la Eucaristía, que perfecciona la Iglesia- y
conduciendo a otros a la misma comunicación, no pueden menos de sentir lo mucho que le falta para la
plenitud del Cuerpo, y cuánto por ende hay que trabajar para que vaya creciendo. Organizarán, por
consiguiente, la atención pastoral de forma que sea útil a la dilatación del Evangelio entre los no
cristianos.
Los presbíteros, en el cuidado pastoral, excitarán y mantendrán entre los fieles el celo por la
evangelización del mundo, instruyéndolos con la catequesis y la predicación sobre el deber de la Iglesia
de anunciar a Cristo a los gentiles; enseñando a las familias cristianas la necesidad y el honor de cultivar
las vocaciones misioneras entre los propios hijos o hijas; fomentando el fervor misionero en los jóvenes
de las escuelas y de las asociaciones católicas de forma que salgan de entre ellos futuros heraldos del
Evangelio. Enseñen a los fieles a orar por las misiones y no se avergüencen de pedirles limosna, hechos
como mendigos por Cristo y por la salvación de las almas (540).
Los profesores de los seminarios y de las Universidades expondrán a los jóvenes la verdadera situación
del mundo y de la Iglesia para que aparezca ante ellos y aliente su celo la necesidad de una más
esforzada evangelización de los no cristianos. En las enseñanzas de las disciplinas dogmáticas, bíblicas,
morales e históricas hagan notar los motivos misionales que ellas contienen para ir formando de este
modo la conciecncia misionera en los futuros sacerdotes.
Deber misional de los Institutos de perfección
40. Los Institutos religiosos de vida contemplativa y activa han tenido hasta ahora, y siguen teniendo, la
mayor parte en la evangelización del mundo. El sagrado Concilio reconoce gustoso sus méritos, y da
gracias a Dios por tantos servicios prestados a la gloria de Dios y al bien de las almas, y les exhorta a
que sigan sin desfallecer en la obra comenzada, sabiendo, como saben, que la virtud de la caridad, que
deben cultivar perfectamente por exigencias de su vocación, les impulsa y obliga al espíritu y al trabajo
verdaderamente católico (541).
Los Institutos de vida contemplativa tienen una importancia singular en la conversión de las almas por
sus oraciones, obras de penitencia y tribulaciones, porque es Dios quien, por medio de la oración, envía
obreros a su mies (cf. Mt., 9, 38), abre las almas de los no cristianos para escuchar el Evangelio (cf.
Hch., 16, 14), y fecunda la palabra de salvación en sus corazones (cf. 1 Cor., 3, 7). Más aún: se pide a
estos Institutos que funden casas en los países de misiones, como ya lo han hecho algunos, para que,
viviendo allí de una forma acomodada a las tradiciones genuinamente religiosas de los pueblos, den un
testimonio precioso entre los no cristianos de la majestad y de la caridad de Dios, y de la unión en
Cristo.
Los Institutos de vida activa, por su parte, persigan o no un fin estrictamente misional, pregúntense
sinceramente delante de Dios si pueden extender su actividad para la expansión del Reino de Dios entre
los gentiles; si pueden dejar a otros algunos ministerios, de suerte que dediquen también sus fuerzas a las
misiones; si pueden comenzar su actividad en las misiones, adaptando, si es preciso, sus Constituciones,
fieles siempre a la mente del Fundador; si sus miembros participan, según sus posibilidades, en la acción
misional; si su género de vida es un testimonio acomodado al espíritu del Evangelio y a la condición del
pueblo.
Creciendo cada día en la Iglesia, por inspiración del Espíritu Santo, los Institutos seculares, su trabajo,
bajo la autoridad del obispo, puede resultar fructuoso en las misiones de muchas maneras, como señal de
entrega plena a la evangelización del mundo.
Deber misional de los seglares
41. Los seglares cooperan a la obra de evangelización de la Iglesia y participan de su misión salvífica a
la vez como testigos y como instrumentos vivos (542), sobre todo si, llamados por Dios, son tomados
por los obispos para esta obra.
En las tierras ya cristianas los seglares cooperan a la obra de evangelización, fomentando en sí mismos y
en los otros el conocimiento y el amor de las misiones, excitando las vocaciones en la propia familia, en
las asociaciones católicas y en las escuelas, ofreciendo ayudas de cualquier género, para poder dar a
otros el don de la fe, que ellos recibieron gratuitamente.
En las tierras de misiones los seglares, sean extranjeros o nativos, enseñen en las escuelas, administren
los bienes temporales, colaboren en la actividad parroquial y diocesana, establezcan y promuevan
diversas formas de apostolado seglar, para que los fieles de las iglesias jóvenes puedan, cuanto antes,
asumir su propio papel en la vida de la Iglesia (543).
Los seglares, por fin, presten de buen grado su cooperación económico-social a los pueblos en vías de
desarrollo; cooperación que es tanto más de alabar, cuanto más se relacione con la creación de aquellas
instituciones que atañen a las estructuras fundamentales de la vida social, y se ordenan a la formación de
quienes tienen la responsabilidad de la nación.
Son dignos de elogio especial los seglares que, con sus investigaciones históricas o científico-religiosas
promueven el conocimiento de los pueblos y de las religiones en las Universidades o Institutos
científicos, ayudando así a los propagadores del Evangelio y preparando el diálogo con los no cristianos.
Colaboren fraternalmente con otros cristianos o no cristianos, sobre todo con miembros de asociaciones
internacionales, teniendo siempre presente que «la edificación de la ciudad terrena se funde en el Señor
y a El se dirija» (544).
Para cumplir todos estos cometidos, los seglares necesitan preparación técnica y espiritual, que debe
darse en Institutos destinados a este fin, para que su vida sea testimonio de Cristo entre los no cristianos,
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