[ Pobierz całość w formacie PDF ]
horizonte, donde se alzaban los increíbles riscos de las Grandes Eternidades,
recortándose como negras siluetas sobre aquella falsa aurora.
Más cerca, en cuanto abarcaba la visión sobre aquella región que jamás había recibido
la caricia de la luz solar, del claro de luna o resplandor de las estrellas, extendíase una
desolada y fragosa llanura sobre la que se alzaban en indescriptible confusión y con las
formas más fantásticas, aristas; minaretes; agujas y murallas de hielo y piedra, esculpidas
por el viento glacial con su mano de artista loco.
Ham pasó un brazo protector en torno a los hombros de Pat y le sorprendió notar que
temblaba.
¿Tienes frío? le preguntó, mirando el termómetro de esfera que llevaba a la
muñeca . Sólo estamos a treinta y ocho grados bajo cero.
No tengo frío replicó Pat . Es la impresión nada más. Se apartó de él . Me
extraña que esta región conserve esta temperatura relativamente elevada. Al faltarle la luz
solar, diríase que...
Te equivocarías al suponerlo la atajó Ham. Cualquier ingeniero te hablaría de la
difusión de los gases: Las corrientes cálidas superiores pasan a ocho o diez kilómetros
sobre nuestras cabezas, y como es natural, transportan mucho calor procedente del
desierto que hay más allá de la zona crepuscular. Es inevitable que se produzca cierta
difusión del aire caliente en el frío, y además de eso, ten en cuenta que al enfriarse, el
viento cálido desciende. Y no olvides tampoco que el relieve de la región contribuye
poderosamente a ello.
Hizo una pausa antes de proseguir con expresión pensativa:
Oye, no me extrañaría encontrar parajes cerca de las Eternidades donde reinasen
corrientes de arriba abajo, formadas por vientos cálidos que descendiesen por la ladera
del monte, creando en algunos lugares un clima bastante soportable.
Siguió a Pat mientras ésta avanzaba con grandes precauciones, tratando de rodear las
masas heladas más próximas al círculo de luz que irradiaba el cohete.
¡Mira! exclamó . ¡Aquí lo tenemos, Ham! Aquí está el ejemplar que buscábamos
de la vida vegetal del lado oscuro.
Se inclinó sobre una masa bulbosa de color gris.
Líquenes u hongos prosiguió . No tienen hojas, como es natural; la función
clorofílica depende del sol, y por lo tanto esta planta no tiene clorofila. Es una planta de
tipo muy primitivo y sencillo, y sin embargo... hasta cierto punto... no tan sencilla como
parece. ¡Mira, Ham... tiene un sistema circulatorio muy desarrollado!
El se inclinó, juntando su cabeza con la de Pat, y a la débil luz amarillenta que les
llegaba del cohete vio la fina redecilla de venas que ella le indicaba.
Eso indica continuó la joven que posee algo así como un corazón y... ¡Vamos a
ver! Colocó de pronto su termómetro de esfera en contacto con la masa carnosa, lo
mantuvo así un momento, y después lo consultó . ¡Sí! ¡Mira cómo se ha movido la aguja,
Ham! ¡Irradia calorías! Es una planta de sangre caliente. Y si bien se piensa, esto no deja
de ser natural, pues es el único tipo de planta que puede vivir en una región que se halla
constantemente por debajo del cero termométrico. El agua en estado líquido es condición
indispensable para la vida.
Pat tiró de la planta, y con un plop sordo ésta se separó del hielo. Un líquido oscuro
serpenteó saliendo de la raíz desgarrada.
¡Puah! exclamó Ham . ¡Qué cosa tan asquerosa! «Y arrancó la mandrágora que
sangraba», ¿eh? La única diferencia es que; según dicen, las mandrágoras gritan cuando
las arrancan.
Se interrumpió, un leve y palpitante plañido, un gemido sobrenatural surgió de la
temblorosa pulpa, y él miró a Pat estupefacto.
¡Puah! gruñó . ¡Qué asco!
¿Te da asco? ¡Yo lo encuentro un organismo bellísimo e interesante! Está
perfectamente adaptado al medio ambiente.
Ahora más que nunca me alegro de ser un simple ingeniero gruñó él, mirando a
Pat mientras ésta abría la puerta del cohete y dejaba la planta sobre un pedazo cuadrado
de caucho . Vamos. Echemos una mirada por los alrededores.
Pat cerró la puerta y se alejó del cohete en su seguimiento.
Instantáneamente aquella tenebrosa noche cayó sobre ellos como una niebla negra, y
sólo al mirar hacia atrás, en dirección a las portillas iluminadas de la nave, Pat podía
convencerse de que estaban en un mundo real.
¿Encendemos las lámparas del casco? preguntó Ham.
Será mejor que lo hagamos, si no queremos partirnos la crisma.
Antes que ninguno de los dos pudiese dar un paso más, un sonido se sobrepuso al
ulular del viento gélido, un grito salvaje, feroz, sobrenatural... Hubiérase dicho la risa del
demonio, unas satánicas carcajadas, mezcladas con aullidos que helaban la sangre en
las venas.
¡Son los triopts! dijo Pat con voz trémula, olvidando momentáneamente las reglas
de la gramática sobre el plural.
Estaba asustada, a pesar de que generalmente era mujer tan valiente como Ham, e
incluso más intrépida y atrevida que éste, pero aquellos gritos sobrenaturales le
recordaban los espantosos momentos que pasaron en el barranco de los Montes de la
Eternidad. Presa de un pánico incontenible, trató con manos temblorosas de encender el
receptor del casco y de sacar el revólver, sin conseguir ninguna de ambas cosas.
Mientras media docena de pedruscos silbaban como balas a su alrededor, y uno de
ellos golpeaba dolorosamente el brazo de Ham, éste consiguió encender sus luces.
Cuatro rayos de luz dibujaron una larga cruz entre los resplandecientes riscos, y las
salvajes risas aumentaron en un crescendo de dolor. Ham distinguió momentáneamente
unas siluetas sombrías que saltaban desesperadamente de lo alto de los riscos próximos,
para huir como espectros entre las tinieblas. Después reinó el silencio.
¡Uf! murmuró Pat . Qué miedo he pasado, Ham Acurrucándose junto a él
continuó con voz más segura : Pero ya tenemos la prueba que buscábamos de que el
Triops noctivivans es un ser que habita en el lado nocturno, y los que vimos en las
montañas son sus avanzadillas o simples grupos que han ido a parar allí después de
recorrer los oscuros desfiladeros.
A lo lejos resonaron las diabólicas carcajadas.
Me pregunto musitó Ham sí esos gritos que emiten constituyen un lenguaje.
Muy probablemente, si piensas que los animales autóctonos de la Región Cálida son
inteligentes, y que estos seres son parientes suyos. Además, arrojan piedras y saben
utilizar esas enormes cápsulas que hicieron llover sobre nosotros en el barranco... y que
sin duda deben de ser el fruto de alguna planta nocturna. Los trioptes son sin duda
inteligentes a su manera bárbara, feroz y propia de criaturas sedientas de sangre, pero
son animales tan intratables que no creo que los hombres consigan conocer jamás su
mentalidad ni aprender su lenguaje.
Ham asintió muy serio, en el mismo momento en que una piedra arrojada con muy
mala intención hacía saltar brillantes partículas de hielo de una aguja situada a una
docena de pasos. Movió la cabeza, barriendo la llanura con la luz de sus proyectores, y
una aguda risotada surgió de las tinieblas.
Gracias a Dios que las luces les mantienen a una respetuosa distancia murmuró.
Pat se había enfrascado de nuevo en la busca de ejemplares raros. Había encendido
también sus lámparas, y trepaba ágilmente por los fantásticos monumentos de aquel
extraño mundo. Ham la seguía, observándola mientras ella arrancaba muestras de
aquella vegetación que sangraba y gemía. Descubrió una docena de variedades, y un
pequeño ser en forma de cigarro que no cesaba de debatirse y que ella contempló
perpleja, sin saber si se trataría de una planta, un animal, ambas cosas a la vez o ninguna
de ellas. Cuando su bolsa de herborizar estuvo completamente llena, ambos regresaron
por la llanura hacía el cohete, cuyas portillas brillaban a lo lejos como una hilera de ojos.
Pero les esperaba una gran sorpresa cuando abrieron la escotilla para entrar. Ambos
retrocedieron instintivamente al recibir en sus caras una bocanada de aire cálido, mohoso,
[ Pobierz całość w formacie PDF ]